lunes, noviembre 27, 2006

Violencia y Sociedad

El tema no es nuevo. Nadie puede sentirse sorprendido. Más allá de los goles y la pasión, cada tanto, algún fin de semana, el fútbol se destaca por un hecho de violencia que concentra la atención de todos. Peleas entre hinchadas, asesinatos, piedras que abren cabezas, emboscadas calculadas con precisión. En fin, todo el bagaje de bestialidades conocidas se despliega ante la sociedad. Entonces comienza la consabida calesita: Hinchas, barras, jugadores, comentaristas, dirigentes. Todos opinan, todos se excluyen de la culpa, ponen cara de víctima frente a todos los micrófonos que le salgan al cruce. Luego, llegan las medidas urgentes y salvadoras. Urgentes porque son para ayer. Porque no son una consecuencia de una acción planificada, coherente, que ataca en todos los frentes posibles. No. Surgen de la imprevisibilidad y las presiones. Y no crea Ud. que son salvadoras porque nos alejan del problema. No Señor. Son salvadoras para ellos, para los que protagonizan estos hechos. Porque es más fácil castigar globalmente a todo un estadio a través de medidas sin sentido que poner foco en aquellos revoltosos de siempre. Sean barras o dirigentes. Porque los muchachos también colaboran para otras causas. Así que no es cuestión de quedarnos sin esa mano de obra que tanto requiere la política en la semana. Así que todo es urgente, salvador –ya vimos en qué términos- y transitorio. Si. Ahora las medidas duran una semana. Después volvemos a lo mismo, a la espera del próximo muerto.

Pero claro, no podemos ser tan ciegos. No estamos hablando de una sociedad cuya única expresión de violencia viene del fútbol. Antes bien, el fútbol es el fiel reflejo de la sociedad violenta que vivimos a diario. La velocidad de las comunicaciones nos ponen hoy como nunca en el centro de la violencia cotidiana mostrándonos sin anestesia cada vez más casos de violencia familiar, de abusos sexuales, de menores sometidos, de tomas de rehenes, de policías corruptos, de secuestros, amputaciones, y todos los vejámenes hacia el ser humano que el mismo ser humano es capaz de imaginar.

También está la otra cara de la violencia cotidiana. Más subrepticia, más astuta, que crece como un río hacia la pleamar: lenta y continuamente: Hablo de la violencia que significa un funcionario corrupto, la violencia de aquellos que los corrompen, la desidia de los que dejan hacer, el hambre de los chicos, la gente sin trabajo, las protestas a cara tapada y palos amenazantes, la falta de oportunidades, la escasez de planes de mínima para que las familias más carecientes no sean caldo de cultivo de violencias mayores, instadas al delito, a la droga, a las armas. Eso también es violencia. Vaya si lo es.

No existen sociedades sin conflictos. Todas los tienen. El tema es cómo los resolvemos. Con violencia o sin ella. A través del Imperio de la ley, o del garrote del barra dominguero. A través de una conciencia social o del bestia semanal que dispara “para evitar una masacre”.

Y acá el termómetro es uno solo. Se llama educación. No podremos evitar que existan discrepancias, lo que sí tenemos que hacer es darle a la sociedad otras herramientas para que puedan resolver sus problemas. Y esta visión más global, más elevada, más ambiciosa, con más herramientas para resolver divergencias lo da la educación. Sólo ella nos enseña las ventajas de someternos a las leyes que nos ordenan.

¿Por dónde empezar? Por donde todos sabemos: Mayor empeño en llenar de chicos las aulas, con ideas nuevas e imaginativas. Mayor control para que la ayuda del estado se transforme en chicos bien alimentados, sin que nadie se guarde nada en el camino, Mayores oportunidades laborales para sus padres. Serios programas antidroga, que nos permitan salvar del abismo a tantos chicos.

Pero claro, esto es un trabajo de años. Pareciera que no sirve para nuestros problemas urgentes. No es así. Llevará años, pero es lo único que nos sacará de la bestialidad cotidiana a la que día a día nos acostumbramos a vivir, como víctimas o como victimarios. No nos demos por vencidos. Es tiempo de soñar un futuro mejor para nuestros hijos, trabajando día a día con responsabilidad social.

Algún día deberemos entender que nuestro papel de ciudadanos no termina con el voto, ahí, mas bien comienza.

lunes, octubre 30, 2006

Cuestión de Fe

En este mundo moderno, especializado y tecnológico, cada vez somos más ignorantes. Los conocimientos de la humanidad en todos los órdenes son tan vastos, que cada día nos alejamos más de aquel conocimiento universal del que hicieron gala nuestros antepasados. Nunca más un Leonardo da Vinci podrá deslumbrar a la humanidad en tantos planos diferentes. Los altos grados de especialización en los conocimientos de las ciencias y las artes nos han alejado de la visión del todo. Este fenómeno hace que cada vez ignoremos más como funcionan las cosas que nos rodean, las que quizás a diario utilizamos. Si hasta para muchos cada día nos cuesta más explicar a nuestros hijos a qué nos dedicamos. "Hijo, tu padre es especialista en Tecnología IT", "Señorita, mi mamá es Zootecnista", y así podría seguir la lista. Menudo lío tienen hoy los docentes para explayarse en la famosa clase de los oficios de los padres. Hay momentos donde parece que sólo nos cabe creer en lo que nos dicen. Algo similar nos pasa con los hechos históricos. Día a día se escriben nuevas páginas acerca de la historia de los pueblos. No sólo por el mero paso del tiempo y los nuevos hechos que se van sucediendo. También, nuevos enfoques y nuevos descubrimientos hacen que constantemente la humanidad esté reescribiendo la historia. Su historia. Así es como los hechos, las corrientes de pensamiento, y hasta la evolución de los pueblos terminan siendo víctimas de una simplificación pavorosa, que no hace otra cosa que poner etiquetas con definiciones tajantes, que suelen cercenar las causas que originan los hechos, los múltiples motivos por los cuales los hombres toman decisiones. El entorno en que la historia tiene cabida se termina perdiendo, olvidando. Así, los hechos quedan reducidos a una historieta de buenos perfectamente buenos, contra malos ineludiblemente perversos. Así, muchos hombres y mujeres han pasado a la historia y al recuerdo popular de manera incompleta, sumarísima.

La historia no es tan simple. Porque los hechos históricos se ocupan de narrar lo que los hombres hacen, piensan, creen. Y el hombre no pasa por la vida siendo de un solo color. Los hombres cambian, se adaptan, se juegan, se enamoran, se rinden. Y todos esos sentimientos son los que en realidad alimentan a la historia. Alcanza con tomar algún hecho histórico reciente vivido por nosotros y ver lo que les enseñan a nuestros chicos en el colegio. Un abismo queda en el camino.

A nosotros nos sucede lo mismo. La ignorancia nos inunda. No estuvimos allí. A nosotros también la historia nos la cuentan. Así, tenemos que creer lo que nos dicen. Así, el saber termina siendo una Cuestión de Fe. Pero, ¿Creer qué? ¿Creer Lo que nos dice quién? Así es como a veces, ante la historia, en lugar de investigar y profundizar, nos apoyamos en nuestras creencias. No sólo es más fácil. También es más "seguro". No sea cosa que, luego de analizar el asunto, veamos que lo que hasta ayer sostuvimos como dogma, quedó en la vereda de enfrente. Y sospechamos. Más allá de los hechos, que a veces desconocemos. O conocemos de oído. Entonces caemos en el error de creer que la honestidad intelectual está solamente de nuestro lado. Del lado de nuestras ideas, de nuestros preconceptos.

Creo que a esta altura de nuestra historia sería interesante que nos animemos a pensar los hechos y sus consecuencias por encima de los rótulos que supimos pegarnos. Nos ha hecho mucho daño dividirnos por definición: Si izquierda entonces revolución, si derecha, dictadura. Si político, corrupto. Si huelga, patotero. Si policía, gatillo fácil. Las cosas no son tan lineales. Me pregunto si no será tiempo de tratar de ser más abiertos, más permeables a los hechos que nos rodean. La Fe es un valor indiscutible. Es el camino del hombre hacia Dios. Pero no en política. Si encaramos la solución de nuestros problemas con prejuicios y etiquetas, a la verdad le cuesta entrar. Debe luchar contra nuestras propias convicciones. Y eso es muy duro. Quizás sea tiempo de darnos la oportunidad de crecer, animándonos a razonar y a pensar más allá de nuestras propias creencias, con libertad de criterio, sin atarnos a la historia que nos contaron. Seguramente podremos imaginar algo distinto, con mayores chances de encontrar una verdad que nos abarque como país. ¿Qué hubiera sido del conocimiento humano si Copérnico no se hubiera animado a desplazar a la Tierra del centro del universo? Yo los invito a adoptar puntos de vista más independientes. Más amplios. Más altos. Después de todo, les aseguro que los superhéroes y los supervillanos siguen viviendo sólo en las historietas. Acá, de este lado del comic, somos mucho más que superhéroes: Somos humanos.

viernes, octubre 06, 2006

¿Cuál es mi Marcha?

No es sencillo. Al principio uno cree que sí, pero resulta engañoso. Desde los medios parecen invitarnos a salir a la calle. A marchar. A apoyar las ideas y las causas, a unirnos a nuestros compatriotas y gritar nuestras consignas. Levantar nuestros carteles y clamar a las autoridades. Dejando de lado la comodidad de que otros lo hagan por mí. Pero claro, no todo va en un solo sentido, desinteresado, y directo. En el fondo, todo es aprovechado por la política. Y en política, nada se pierde. Siempre alguien saca ventaja.

Veamos, a modo de ejemplo:

Reivindico los cacerolazos, que sin dudas fueron una genuina expresión de que era necesario un cambio de rumbo en un modelo que venía agotado desde hacía tiempo, pero tampoco es posible manejar un país con asambleas barriales. Eso murió en la Grecia antigua.

Quiero levantar mi voz contra los ilusos que mataron gente sembrando el terror en mi país en nombre de la patria socialista, en contra de la dictadura de turno, aunque a ellos les encantaba usar uniformes. Pero no quiero por eso defender dictaduras militares.

Creo necesario protestar para que esas dictaduras, repletas de trasnochados golpistas que usaron las armas que el país les dió para matar compatriotas, nunca más vuelvan. Pero no quiero aportar mi voz a los que reivindican a la guerrilla como método.

Estoy de acuerdo cuando Blumberg dice que no podemos seguir tolerando que las calles sean de los pibes chorros, de los secuestradores que amputan dedos y matan. Sin embargo tampoco parece ser suficiente aumentar las penas y bajar los años, a esta gente ya nada le importa. Deberíamos estar trabajando para darle, al menos, una oportunidad para sus hijos.

El piquete ha sabido ser una protesta original, valedera, visible, molesta. Sin embargo, terminó institucionalizándose, transformándose en la herramienta del político de turno.


Sin lugar a dudas, todas estas manifestaciones de los diferentes sectores de la población tienen algo que me llama a unirme a sus marchas, pero también son parte, voluntaria o no, de algo que no quiero para mi país.

Creo además que hay mucha gente que piensa de esta forma. Gente silencionsa, que no va a las marchas. Pero que madruga. Que trabaja. Que se la tilda de tibia porque no "participa" de tal o cual movida. Pero que sí participa día a día con su trabajo, su esfuerzo, sus mandados, sus chicos al colegio, su club de barrio. En fin, que sin grandes estridencias mediáticas, hacen minuto a minuto una Argentina mejor. Que ya no quiere ni militares ni guerrillas, ni piquetes ni chicos con hambre, ni chorros ni garantistas. Esta gente no va a las marchas, prefiere quedarse en casa. Quizás vaya siendo tiempo de que se les preste la atención que merecen. Porque además de ser los verdaderos hacedores de una Argentina con trabajo y en paz, son mayoría.



martes, septiembre 05, 2006

Muros

Mother do you think they'll drop the bomb?
Mother do you think they'll like this song?
Mother do you think they'll try to break my balls?
Mother should I build the wall?

Roger Waters

No hay caso. No aprendimos nada. Pasan los años, los gobiernos, la ciencia crece, crecen las armas, pero en el fondo seguimos siendo los mismos hombres brutos escondidos tras la enorme piedra, abrazados a los garrotes que han de defendernos, asustados como niños que no saben cómo manejar los peligros que los acechan.

Desde los tiempos de las ciudades-estado, con sus enormes ciudadelas, listas para defenderse de los bárbaros que acechaban desde afuera.

Desde los tiempos de la muralla china, con sus seis mil kilómetros siguiendo el curso de los ríos en lugar de tender puentes sobre ellos, adaptándose a los contornos de montañas y valles en su trazado inmenso.

A la humanidad le sigue resultando más sencillo:
separar que integrar,
reservar que compartir,
discriminar que aceptar.

Como si los egoístas no supieran que así hasta ponen en peligro sus preciadas riquezas.
Como si los cristianos no supieran que sin compartir con el necesitado, no entrarán al Reino de los Cielos.

Me vienen a la mente otros muros, famosos y recientes:
Muros para que no se vayan, como el de Berlín.
Muros para que no entren, como el de USA y su amigo México.
Muros para que no se inmolen, como el de Israel y su enemigo Palestina.

La humanidad ya ha recorrido el sistema solar con sus magníficas sondas, y seguramente sus hombres de ciencia se desvelan por salir a la ancha galaxia en busca de otros mundos.

Entonces yo me pregunto,
¿Para qué buscar otros mundos, si aún no sabemos qué hacer con el nuestro y con su gente?

miércoles, agosto 16, 2006

Cuba con C de Caribe

En estos días Cuba vuelve a ser el centro de atención política del continente. Fidel Castro nuevamente se yergue como el jefe de marketing que toda gran empresa desearía tener. Cuba, un país de apenas 114.500 kilómetros cuadrados –mas pequeño que La Florida, USA-, Sin misiles Taepodong-2 que disparar, sin uranio enriquecido, sin desarrollos tecnológicos de temer, sin fanáticos atacando por el mundo en su nombre, sin petróleo que vender, ha logrado que se hable de él como si fuera la gran amenaza del nuevo siglo.

Cuba, centro de debate de defensores y detractores, que se enfrentan en programas de TV, radio, diarios, Blogs, y demás opciones, ya bien para cantar loas al régimen comunista con su 97% de adultos alfabetizados, su esperanza de vida de 75 años, su sistema sanitario gratuito, sus indicadores exitosos, o para defenestrar al Tirano Dictador por los casi 50 años de miserias y privaciones de libertad para el pueblo cubano.

Cuba no es el paraíso de las canciones de Pablo Milanés. De eso no me caben dudas. Por definición, las dictaduras no suelen tratar bien a su gente. Y Cuba es una.

Pero el Caribe todo, lejos del régimen comunista cubano, empapado e influido por el espíritu democrático y libertario del Imperio Americano, tampoco es el paraíso que proponen Mr. Bush y sus muchachos. Y el Caribe no es sólo Cuba.

Cuba sigue quitándole prensa a un Caribe que también la necesita. Si hasta pareciera que América se preocupara de que Cuba, Castro y su Régimen vivan en la tapa de los diarios latinoamericanos. Quizás de esa manera no pongamos foco en el resto del Caribe, donde los mismos americanos se han preocupado de intervenir “personalmente” para arreglar sus cuestiones, y sin embargo no hay buenos resultados a la vista.

Bahamas, Barbados Belice, Guyana, Haití, Jamaica, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago. Esto también es el Caribe, también está a los pies de América. Allí hay democracia, libertad de tránsito, y las demás herramientas que la vida capitalista tiene. Y sin embargo, hay gente que tampoco tiene aseguradas aquellas cosas básicas para el bienestar de un pueblo. Pero igual, el foco es Cuba.

Me llama poderosamente la atención la enorme y filantrópica preocupación que existe entre los opinólogos de uno u otro signo por el pueblo cubano y la total desaprensión hacia pueblos mucho más sufridos y hambreados, como el haitiano. ¿Porqué no preocuparnos también por los problemas y las miserias de Haití? Habrá quien diga la célebre frase: “ellos, su propia gente, han creado esa situación de descalabro y guerra civil que los somete”. ¿Y por qué, digo yo, esta misma definición no le cabe a Cuba y a su gente? Creo que en el fondo no son filántropos. Sólo se hacen eco de lo que América dicta. Y acá creo que los mismos americanos se equivocan. Creen que su “grano en la nariz” es Cuba, por pertenecer a un régimen contrario a sus convicciones. Sin embargo no se dan cuenta de que el verdadero “grano” de América son Haití, Irak, Afganistán, y todos aquellos países donde, pese a sus intervenciones directas, solapadas, militares, económicas, democráticas, o todas juntas, sus pueblos siguen siendo gente de segunda frente al mundo, sus hijos siguen mal alimentados, sus creencias no son respetadas, sus casas siguen volando por los aires, sus refugiados siguen deambulando por el mundo.

La enorme prosperidad americana les hizo olvidar que el hombre busca en primer término asegurar su subsistencia: Eso es alimento y abrigo. La libertad y la democracia vienen mucho después en la lista de quienes verdaderamente tienen sus necesidades básicas mutiladas. Claro, es difícil entender esto cuando nos viene dado, cuando sabemos que nunca va a faltarnos. Y eso pasa en América. Legislan y deciden desde la abundancia que supieron conseguir. Pero en el mundo hay otras realidades. Así, sus únicos logros consisten en generar desesperanza y odio. Y esa es una excelente cuna para criar fanáticos que no les importe inmolarse en un territorio ocupado, o en un avión de la British Airways. A esta altura, ya podrían haberse dado cuenta de esto. Y actuar en consecuencia.

¿Cuba? Por favor, ¡Basta de Cuba!

miércoles, agosto 09, 2006

Reflexión

Convengamos: No es posible vivir sin códigos. Sin convenciones. Hasta el hombre de la Era del Bronce los tenía. El tema es definir qué tipo de relaciones queremos tener entre nosotros. Sin dudas el mundo nos muestra día a día que todo esta permitido: Desde la guerra civil hasta el aburrimiento escandinavo. Y nosotros, ¿Cómo queremos vivir?

Somos lo que somos. Y con esto que somos tenemos que construir una nación. Regida por un pacto global de convivencia. Donde todos tengamos en claro qué cosas suceden si actuamos de tal o cual manera. Y, obviamente, que luego esas cosas sucedan.

martes, agosto 01, 2006

Mujeres en Guerra

A través de la historia la guerra ha sido cosa de hombres. Motivados por su virilidad, su machismo, o su incompetente manera de arreglar los asuntos de forma más civilizada, los hombres siempre han alistado ejércitos dispuestos a dar la vida en su afán por destruir la de otros. Por ampliar sus dominios, defender sus ideas, mejorar su economía, en fin, por Poder. Pues de eso se trata.

En cambio, la mujer supo tener otros roles. Quizás sojuzgada por el machismo imperante. Quizás, por manejar otras formas de guerra. En líneas generales, salvo excepciones, las mujeres han estado excluidas de los ejércitos regulares. No suelen formar parte de estos asuntos, aunque cuando lo hacen no pasan desapercibidas. Basta iniciar la lista con Mata Hari y terminarla con las chicas de Abu Ghraib.

Me interesa echar una mirada en la realidad argentina. Me propongo plantear similitudes y diferencias acerca del rol de la mujer argentina en las acciones armadas. Podemos trabajar con dos modelos diferenciados claramente por el rol que ocupan. Por un lado existe el definido perfil de la esposas de los hombres que pertenecen a las Fuerzas Armadas. Con un papel secundario en materia militar y política, tan secundario que hasta les está vedado hablar públicamente y verter opiniones sobre diversos temas. La mujer promedio del militar argentino permanece ajena al trajín estratégico y hasta político de sus maridos, aún en los tiempos en que ostentaban éstos el poder, sólo dispuestas a reuniones privadas, cumpliendo sumisas los traslados de sus esposos.

Por el otro, es interesante anteponer a este perfil el de la mujer en la guerrilla. A la par de sus compañeros, ya no podemos hablar de “la mujer de”. Tomaron también para sí el rol que en la vereda de enfrente sólo les está permitido a los hombres. Así, supieron formar parte activísima en el desarrollo político y militar que sus ideales les requerían.

Supieron estar al frente de la acción, en las reuniones políticas, en las citas, en los puestos decisorios, en las planificaciones, en los secuestros, en las tomas, en las bombas. También se mantuvieron firmes frente a la tortura y también en la muerte. No se contentaron con quedarse a tomar el té comentando las hazañas de sus hombres. Formaron parte de ellas. No se contentaron con ser pensionadas de lujo, viudas repletas de gestas ajenas. Ni que hablar de la labor que como Madres y Abuelas siguen llevando a cabo hasta nuestros días, hacedoras de la memoria de esta triste historia del terrorismo de estado. Acá cabe detenernos en esto. No hablamos de novias y esposas. Hablamos de Madres, de Abuelas, hasta de HIJOS. A esta altura de la nota ya saben porqué: las esposas y las novias estaban al lado de sus parejas, compartiendo fusil a fusil su lucha. ¿Que no pudieron elegir porque los militares eligieron por ellas persiguiéndolas, torturándolas y matándolas? No, no lo creo. Ellas ya habían elegido antes. Y eligieron luchar por sus ideales. El té canasta les quedaba chico. Para entonces sus madres ya sabían que también, en honor a la memoria de sus hijos, les estaba signado un papel que no rechazarían. Madres. Ni padres, ni tíos, ni abuelos. Sólo mujeres. Otra vez las mujeres deciden levantarse y escribir en el libro de la lucha por la justicia y la memoria.

Me pregunto cuanto influye esta presencia femenina en la guerrilla argentina frente a las fuerzas armadas masculinas que las combatieron. ¿Las humaniza? ¿Las acerca más al concepto de familia que tanto conocemos? Es más difícil imaginar a una mujer en el papel que siempre hemos asociado a los hombres: matando, destruyendo, esparciendo sangre y dolor. Quizás por eso las “acciones” de la guerrilla han pasado a la historia mas edulcoradas, con menos saña. Aunque la “acción” consista en poner una bomba debajo de la cama de una nena de 15 años, cuyo principal pecado consistió en tener un padre militar.

Y aquí también los militares volvieron a equivocarse. Si sólo por un momento pudiéramos dejar de lado el horror de lo hecho por la dictadura y optáramos por analizar a la luz de la política la planificación y la actuación hecha por ellos, es dable plantear: No tuvieron en cuenta que una mujer llorando por su hijo pesa mucho más en la historia que Rambo cosiéndose una herida. Se olvidaron que los hombres no se embarazan, ni dejan hogar e hijos cuando van a la guerra. Sólo cumplen su deber.

Así, mientras las mujeres de sus enemigos les disparaban, las de ellos tomaban el té. Y eso tiene un costo. Ganar la guerra no asegura ganar la historia. Y aquí vuelven a perder los que tenían el poder. La mujer, amén de luchar de igual a igual, sin quererlo, humanizó la guerrilla, reescribió los libros de historia, mostró el terrible contraste de su “lucha” frente al aspecto “sanguinario” de los militares. Eligió luego seguir al frente de la justicia y la memoria. Y esto no lo podemos pasar de largo. Desde Juana Azurduy pasando por la Delfina, Evita y muchas otras hasta nuestros días, la mujer tiene mucho por enseñar a nuestra historia. Sólo falta escribirla.

viernes, mayo 12, 2006

Hacia un nuevo concepto de Nación: Diversidad en equilibrio

Nación: Describe a una agrupación mayor de personas que se constituye a partir de sus costumbres y tradiciones. Es una sociedad consciente de ello que se basa en lazos primordiales y sólo existe porque sus miembros se confiesan parte de ella. (Wikipedia)

Después de ahondar en distintas fuentes, y con sólo mirar un poco alrededor, seguramente la mayoría de nosotros podríamos convenir que las naciones se constituyen sobre la base de al menos, algún fuerte concepto en común que los une, que los convoca. Que logra que todos sus integrantes manifiesten su voluntad de pertenecer a ella. La historia nos enseña también que este deseo manifiesto de pertenecer funciona como un imán ineludible a través de los años para sus integrantes. Sea cual fuere el concepto que los convoca: una etnia, una religión, un territorio. Ir contra esto en forma artificial, ya sea uniendo naciones distintas en un mismo país –Yugoslavia, La URSS- o separando pueblos que tienen un destino común –Alemania, el pueblo Judío- no ha hecho mas que crear odio y muerte en el mundo. La historia empuja y horada, y no es posible ir contra ella.
A través de los siglos, el destino gregario del hombre lo ha venido uniendo con sus pares. Cuando a esto le sumamos la educación, la inteligencia puesta al servicio de la organización, de los derechos de cada uno, el respeto, el sano temor a una ley común y pareja, la nación aparece en el horizonte como consecuencia. Luego, el deseo de pertenecer de sus miembros, la hará sólida y única, distinguible.
Hace algunos años aquel viejo zorro de la argentinidad que fue don Arturo Jauretche planteaba que el norte y el sur eran convenciones. Que si el mundo se dibujara a la inversa, Argentina, lejos de ser el patio de atrás del mundo, sería su antena. Sin embargo, como era de esperar, nuevamente el mundo no nos hizo caso.
Me permito tomar aquella imagen, unida a la Física inexorable, para expresar una sensación: Argentina es un país al revés. Fiel a su estilo, está destinado a recorrer un camino inverso al habitual en esto de conformar una nación: Mientras otros construyen su identidad construyendo a partir de aquél elemento que los une, nosotros, que no tenemos un único origen étnico, ni social, ni idiomático, ni territorial, ni religioso, debemos trabajar con nuestras diferencias. Con nuestras diversidades. Para esto deberemos desabroquelar las sucesivas etnias que la conforman, los diferentes idiomas que trajeron los inmigrantes, unir su vasto territorio con sus disímiles paisajes y climas. Asimilar las diversas culturas que aquí convergen. Aceptar que definitivamente el piquetero, quiera trabajar y no pueda, o no quiera hacerlo, sigue siendo tan argentino como los demás. Convencerse de que la isla en medio del mar para arrojar a los delincuentes para que se coman los unos a los otros no es una opción posible. Comprender que los chicos que no se alimentan debidamente, aunque no sean hijos nuestros, también deben preocuparnos. Así, nuestra enorme tarea consiste en construir un nuevo concepto de nación que, contra todas las definiciones que vimos, se sustente en la diversidad. Tratando de catalizar nuestras diferencias transformándolas en la suma de las múltiples riquezas que los distintos integrantes, desde sus diferenciados orígenes, pueden aportar.
Tenemos derecho a soñar que podemos ser, como decía Serrat, “lo mejor de cada casa”. ¿Por qué no? Además de aportar planificación y organización, también necesitamos contar con la utopía para que nuestro proyecto tenga buen destino.
¿Que todos debemos ceder algo de sí para poder conformar ese todo llamado nación? Bueno, en eso consiste la comunidad. Utilizar las multiplicidades que aportan todos, subordinándonos de común acuerdo a este nuevo “Ser nacional”.
Porque eso nos une: la diversidad. Y esto Señores, no es algo negativo si sabemos manejarlo. No estamos atados a un antepasado único, como los aztecas que precedieron a México, ni los incas, que dieron origen al Perú. Nuestros barcos, parafraseando el famoso dicho, vinieron de todas partes del mundo. Por eso, lo que podría verse como una debilidad de nacimiento puede transformarse en nuestra principal fortaleza.
Así, en un nuevo ataque de soberbia, tan argentina ella, me animo a decir que Argentina es la síntesis del mundo. El mundo rico y el pobre conviven aquí. El blanco y el mestizo, el pensante y el autómata. Y sigue la lista.
Así como el más exquisito manjar no se saborea si no tiene la justa cantidad de sal, para que la aceptación de esta diversidad se transforme en un factor integrador de este nuevo concepto de Nación, sólo necesitamos complementarlo con el equilibrio. Esa es la forma de evitar que sigamos comiéndonos unos a otros, anulando las riquezas a aportar de tal o cual grupo social. Necesitamos aceptar nuestra diversidad y enriquecerla con el aporte que todos podemos hacer, pero sostenidos por un equilibrio nacido del respeto a leyes justas y consensuadas entre nosotros. Aceptadas por nosotros.
Sólo así podremos empezar a tener un apellido propio frente a las demás naciones del mundo. Un apellido que realce nuestras ricas y variadas raíces, que pueda ser asociado con adjetivos dignos de admiración.
Habremos alcanzado la meta de ser una Nación el día que todos nuestros hijos se sientan orgullosos de pertenecer a estas tierras y dejen de mirar al otro lado del mar con ojos de añoranzas como opción a todos sus problemas, con ánimo de desandar el camino que aquellos gringos trazaron, dejándolo todo para empezar de nuevo en estas costas.

lunes, mayo 08, 2006

¿Qué querés ser cuando seas grande? (Pensando la Argentina)

¿Quién, alguna vez, no le hizo esa pregunta a algún chico? ¿Quién, en la intimidad de alguna hora de reflexión, no se la hizo a sí mismo? Seguramente son menos los que se animaron a enfrentar su respuesta de ese momento con la realidad que a cada uno la vida les llevó a vivir. Quizás, muchos de nosotros tenemos hijos, y el mañana de ellos nos desespera hoy: ¿Cómo será su vida? ¿Estarán bien preparados para enfrentar su destino? ¿Sabrán qué quieren ser, y qué deben hacer para cumplir su designio? ¿Los estaremos educando bien? ¿Su formación será la correcta? ¿He sabido descubrir sus virtudes?
Qué ironía. Nos preocupamos mucho por nuestros chicos, y sin embargo cargamos todo el peso de su futuro sobre ellos mismos, desentendiéndonos de nuestras responsabilidades para con ese futuro. Dicho en otras palabras: ¿Nos preguntamos qué país les estamos construyendo? ¿Somos conscientes que no hay formación, estudios, moral, ni instrumentos razonables para ellos, si el país que los enmarca no es capaz de sostener todo aquello que soñamos? ¿Que no hay esfuerzo posible si esta gran aspiradora de sueños que es hoy la Argentina no fija un rumbo y se encamina hacia él? A lo mejor, es una buena oportunidad –o una excelente excusa- de hacer foco en el entorno en el que nuestros hijos van a moverse, donde intentarán cumplir sus sueños –y los nuestros- que no es otro que nuestro país, donde esperamos que ellos crezcan, se formen, sueñen, transiten, comercien, amen, se apasionen, se recreen, en fin, vivan. Quizás es tiempo de hacernos las mismas preguntas que hemos planteado, pero pensando en el país. Preguntas básicas que aún no tienen respuesta: ¿Qué proyecto quiero para mi país? ¿Adónde quiero que esté dentro de cincuenta, cien, o doscientos años? ¿ Qué palabras quiero que lleguen a la mente de aquellos que oigan hablar de nosotros? ¿Qué principios consideraremos inamovibles para proteger y cuidar de nuestro pueblo? ¿Cuáles son las pautas sobre las que construiremos un proyecto educativo para los próximos decenios? ¿Qué sistemas de administración y control utilizaremos para explotar nuestros recursos? Y la lista sigue. Señores, es tiempo de Pensar la Argentina. Como patriotas, o al menos como padres.
Argentina es un país joven. Con una historia corta. Con muchos temas pendientes por resolver. Quizás sin las gravedades extremas que otros puntos del planeta hoy nos muestran. Quizás por eso el tema se viene postergando. Confiamos en el político de turno, volcamos en él toda nuestra confianza... y nuestra responsabilidad. Y así, los gobiernos gobiernan para ganar la próxima elección. No mucho más. Además, como si fuera poco, el mundo no nos espera. Las urgencias del día a día nos distraen del verdadero desafío:
Pensar la Argentina. Pero pensarla en serio. Por encima de mí. Más allá de mí. Superando la mediocridad del gobierno de turno y su próxima elección.
No es tarea imposible, sino necesaria. ¿Que no sabemos por dónde empezar? Sólo deberíamos retomar la senda que marcaron otros hombres, que comenzaron esta tarea. Hombres que pensaron el país, pero no tuvieron continuidad. Así, pienso en Belgrano, Alberdi, Sarmiento, Groussac, De la Torre. ¿Es discutible alguno de estos nombres? ¿Alguna de las ideas que este hombre defendió no son buenas? Pues de eso se trata. De cambiar ideas, discutirlas, adaptarlas, llegar a conclusiones, fijar puntos de encuentro, decidir líneas de acción. Establecer políticas acordes a ese proyecto de país que queremos ser. Y no siempre es necesario tener funciones ejecutivas para pensar y proponer. Quizás, hasta es bueno y saludable que aquellos que tomen para sí este proyecto estén alejados del trajín del día a día. Acá se trata de dictar pautas, establecer pilares donde sostener los senderos que tal vez transiten los presidentes, ministros, gobernadores e intendentes del próximo decenio en adelante. La obra es vasta. Bienvenidos los aprendices de filósofos, periodistas, educadores. Todos son necesarios.
¿Que así no se puede? ¿Que con esta derecha que sólo quiere ganar plata no se puede? ¿Que con esta izquierda que sólo quiere destruir no es posible construir nada? Vamos Señores, basta de excusas. Desde los tiempos feudales, las derechas sólo quieren ganar plata, y las izquierdas, sólo protestan buscando vivir del dinero que generan las derechas que dicen detestar. No somos originales en el tema. Nuestro desafío es construir con lo que tenemos, con lo que somos, nunca debemos perder de vista eso. Tenemos que partir de nuestras fuerzas y de nuestras debilidades, contemplar nuestras realidades en su debida proporción. Se trata de construir un país justamente para nosotros, no para otros. Para gente con nuestras ambiciones, nuestros defectos, nuestros egoísmos. Por eso no sirve copiar modelos. Las soluciones tienen que venir desde casa. Podemos mirar a otros países, pero sólo se nos permite sacar algunas ideas. Acá hay argentinos. Allá no. Y sólo con eso, todo cambia. Sólo nosotros sabemos cómo eso lo cambia todo. ¡Vaya si lo sabemos!

domingo, abril 02, 2006

Dime a quién votas...

Nuestro sistema de gobierno, una república democrática, representativa y federal, ha sido obtenido de sistemas similares en Europa y, principalmente USA. Estos países, con muchos más años de historia democrática, nos convocan a diario para que veamos cómo ellos protegen su sistema y resuelven sus cuestiones institucionales. Desde aquí es fácil ver como todos sus actos, mas allá de las diferencias coyunturales que el mismo juego democrático permite, se encaminan en forma casi lineal hacia el cumplimiento de sus objetivos como naciones, donde sin dudas, el principal aspecto consiste en beneficiar a la población del país en ciernes. Algo que, la mar de las veces, no es posible ver por estas costas. Así, es algo común en USA ver el alto grado de respeto que los gobiernos de turno, y la población en general guardan para con sus ex presidentes. No nos extraña ver a personalidades de diversas extracciones en los distintos actos de asunción de autoridades. Sólo para dar un ejemplo más firme, Mr. Bush y Bill Clinton no tuvieron reparos en rezar juntos en las exequias de su Santidad Juan Pablo II. ¿Esto significa que piensan igual? ¿Significa que Jimmy Carter estaba de acuerdo con la forma en que Mr. Bush se hizo de la primera presidencia, por encima de un Al Gore con mayor cantidad de votos? De ninguna manera. ¿Significa acaso que deban inmiscuirse en las decisiones gubernamentales del momento? Tampoco. Creo que significa que haber alcanzado y ejercido la primera magistratura de su país, coloca a sus ex presidentes en una vitrina especial que no hace más que reafirmar la voluntad de la nación americana de mostrar al mundo que su sistema de gobierno es eficaz, y que lo sostienen por encima de los hombres, y que es bajo su amparo que quieren vivir. Tanto creen en esto, que hasta pretenden llevarlo a otros pueblos, pero eso escapa a esta reflexión. lo abordaremos en otra oportunidad.
Y Cómo andamos por estas tierras? Salvo la asunción del Dr. Alfonsin, donde había un "enemigo común", nuestros ex presidentes, otrora poderosos mandamás de la República, pasan a ser oscuros personajes, con los que nadie quiere compartir tribuna, deambuladores habituales del edificio de Tribunales, o solitarios caminantes de alejadas quintas del centro del poder. Me pregunto yo, desde la inocencia más maliciosa: Si tienen tantas culpas, como el Dr. Menem, porque no le iniciamos las querellas cuando aún estaba en el gobierno? O sólo nos dimos cuenta de todo el daño causado por su administración cuando se fue del poder? No será que los denunciantes están hasta último momento buscando sacar alguna ventaja del futuro ex?
O quizás los escondemos por considerarlos tontos, como al Dr. De la Rua, usurpador de un cargo destinado a las grandes personalidades, al mejor estilo Peter Sellers en la entrañable “Desde el Jardín”. Como si en un gran descuido de todos nosotros, se hubiera convertido en presidente entre gallos y medianoche, sin el voto y la anuencia de las principales fuerzas políticas del país.
Observemos hasta qué punto escondemos a nuestros ex: Hace unos días se recordó el tristemente célebre golpe de estado de 1976. Hablamos, escribimos, reportamos, explicamos en los colegios, hacemos pintadas, escraches... Me permito decirles algo: ¿Uds. recuerdan que la Presidente golpeada aún vive? ¿Alguno se acordó de esto? A lo mejor, su último error para pasar a la historia debidamente fue no haberse pegado un tiro en la cabeza, como el malogrado Alende. Quizás, si lo hubiera hecho, hasta le hubieran llevado una corona en un sentido homenaje, y toda su incapacidad, hubiera quedado olvidada a la sombra de las palabras recordatorias de algún Fernández. Pero como está viva, entonces el bronce no la alcanza. Mejor escondámosla, parece ser la consigna. Argentinos, me permito recordarles que, por encima de las habilidades de la Sra. de Peron, los militares voltearon al Presidente de la Nación. No sólo voltearon a “Isabelita”, sino a la institución presidencial. Y es acá donde nos confundimos cuando justificamos el golpe contra Isabel, cuando no logramos entender que el golpe fue contra la institución "Presidente". Pero claro, si hubiéramos entendido esto, a lo mejor Isabel no caía.
Entonces, vuelvo a preguntarme: ¿Por qué escondemos a nuestros ex? ¿Por tontos, como al Dr. De La Rua? ¿Por ladrones, como al Dr Menem? ¿Por incapaces, como a la Sra. de Peron? ¿Es que acaso eran hábiles, capaces y honestos, y la función pública los hizo así? No Señores, no seamos hipócritas. Siempre fueron eso de lo que los acusamos ahora. Los tontos, ladrones e incapaces somos nosotros, que los votamos, y luego olvidamos. Son como todos los políticos: fiel reflejo de la sociedad que representan. Sucede que es más fácil concentrar nuestras culpas en ellos, y así salir nosotros indemnes de nuestras responsabilidades.
Volviendo donde empezamos: Respetar a nuestros ex presidentes es respetar y cuidar el sistema que elegimos para vivir en comunidad. Es respetar y cuidar el sistema que los genera. No hacerlo tiene consecuencias. Invita a los trasnochados a querer transformarse en salvadores de la patria.
¿No nos gustan nuestros ex? Empecemos a aceptarnos nosotros mismos como pueblo, y sobre todo, elijamos mejor!!

viernes, marzo 17, 2006

Lo que el golpe se llevó

Hace unos días, mi hija mayor -cumplió once años- me pidió que, a instancias del maestro, le contara cómo había sido el inicio de la dictadura. Iban a tener una clase sobre el tema, y seguramente trabajarían con la participación de los chicos y una puesta en común final. Le pedí me cuente qué sabía ella, qué le habían contado ya en el cole: "Perón se murió, entonces quedó María Martínez, y como los militares no la querían la sacaron y se pusieron ellos" -me relató. Claro, es difícil diferenciar si el apretado resumen lo había hecho ella, o si ya le llegó así la información. Como si nada hubiera sucedido antes...
Recuerdo con especial nitidez a mi padre aquella mañana. Recién me había levantado para ir al colegio. Estaba cursando mi primer año de secundaria y, medio dormido, fui a la cocina en busca de mi desayuno. Me llamó la atención que papá estuviera en casa, agachado, escuchando la radio. El salía a trabajar mas temprano. "Andá a cambiarte lauchín, hoy no tenés clases" me dijo. Y me alegré. Luego, con el tiempo, fui pagando el alto precio de aquel día sin clases.
Pasaron treinta años. Aquella terrible, desmedida, inhumana respuesta al caos que el país era, aquella página, aún en sombras, de nuestra reciente historia, habría de marcarnos a todos los que vivimos esta Argentina de una forma indisoluble. Sin dudas un par de generaciones se han renovado desde aquellos días y, aunque aún están entre nosotros muchos de los actores de entonces, como también el más vivo recuerdo de aquellos que ya no están, quizás sea una buen momento para empezar a analizar con mayor rigor otros aspectos de aquel plan de sumisión y exterminio.
No intento ahondar en aquellos temas que ya se han discutido, analizado, juzgado. Creo que sería fácil para mí unificar voluntades detrás de esta reflexión exponiendo aquellos aspectos del proceso que todos nosotros sabemos nefastos. Yo quiero detenerme en otro punto.
Convengamos algo: Argentina modelo 1975 era un caos. Las distintas facciones del partido gobernante y los distintos grupos de izquierda demostraban su poderío matando, secuestrando, y sembrando el terror. Se trataba de grupos sin representatividad social, elegidos por nadie, que se arrogaban ser el verdadero camino para la Argentina. Perón o muerte, ERP o muerte, AAA o muerte. Y eso fue lo sembraron: muerte: Empresarios locales y extranjeros, artistas, secretarios generales de la CGT, militares. La lista es larga. Mientras tanto, María Estela Martínez era ya incapaz de dar respuestas a tamaña violencia. Los distintos grupos políticos tampoco supieron encontrar una salida dentro del sistema democrático que los contenía. Entonces, el final anunciado llegó. Los militares una vez más se hicieron con el poder. Convengamos algo más: existía la generalizada idea de que el desembarco militar era una solución. Una vez más nos encaminábamos hacia una dictadura. Lo que muy pocos sospechaban era lo que después vendría. Una última convención: Los militares, que no debían tomar el poder, terminaron convirtiendo a la Argentina en un gran campo de concentración, pero no nos olvidemos: los asesinatos y las desapariciones, y los secuestros, y las tomas de cuarteles, habían empezado antes, y si lo que queremos es ser fieles con la historia, no podemos soslayar eso.
Sin embargo, más allá de todo lo que sabemos que la dictadura se llevó, quiero detenerme en un punto. En su afán exterminador, nos privó a los argentinos, actuales y venideros de la concreta posibilidad de actuar legalmente contra aquellos que, antes de 1976, habían tomado las armas contra la misma democracia que decían defender. Cometieron el imperdonable error de victimizar a aquellos hombres y mujeres que sembraron el terror en nuestro país desde fines de la década del sesenta en adelante. Y lo cometieron de la peor manera: transformándose ellos en terroristas. Secuestrando, matando torturando y robando. Transformaron a la fuerza del estado en una banda de delincuentes. Qué paradoja, se convirtieron en lo que combatían. Así, por culpa de ellos, cuesta hoy distinguir entre terroristas e inocentes. Porque con su accionar los convirtieron a todos en víctimas por igual. Nos privaron de la posibilidad de someter a juicio a aquellos que debieron ser juzgados, y poner en la cárcel a aquellos que lo merecían. Y eso también es imperdonable. No es igual creer en la utopía y trabajar por un mundo mejor y mas justo, que sembrar terror con bombas y bandos de guerra disfrazados de militares diciendo representar a un pueblo que nunca los llamó para esa tarea.
Y no es una utopía lo que planteo. Nada más recordar el juicio que el gobierno italiano llevó adelante contra los cabecillas de las célebres Brigadas Rojas. Se hubiera podido, si los que vinieron no hubieran sido peor que los que estaban... Ellos son los culpables de que en la simplificación, esto quede como una historia de malos y buenos. Y bien sabemos que la historia nunca es tan sencilla.
Así, quizás hoy nuestra visión actual, a treinta años del golpe, sería más franca, integral, y por lo tanto más valedera. Estaríamos más seguros de haber dejado un claro legado de verdad y justicia a nuestras generaciones.

Argentina, un país de juguete

El Domingo pasado fui al shopping con mis hijos. Después de andar un poco, a los tironeos lograron hacerme entrar a una juguetería, ritual inevitable en este raid dominguero. En el fondo, siempre me gusta mirar esas caritas, iluminadas por las promesas de las cajas de juguetes: Max Steeles en plena batalla, Hombres Araña defendiendo a una ciudad entera, trompos que responden cosas, autos super veloces, y muchas promesas mas.
Las jugueterías son vendedoras de ilusiones. Todo lo que hay allí requiere para funcionar un único y vital combustible: La imaginación de los niños. Si no contamos con eso, allí nada funciona. Es un lugar donde hay autos que no arrancan nunca, cocinas que no cocinan, héroes que prometen defendernos, pero que, sin la intervención de nuestros niños, sólo son pedazos de plástico inanimados. Todo es “como los de verdad”, pero nada es cierto. Nada sirve para lo que parece.
Salí de ahí preocupado. Se me ocurrió pensar que eso no era una Juguetería, sino que acababa de dar un paseo por la Argentina.
Un país donde tenemos todas las cosas “como en los países de verdad”, pero nada funciona. Las cosas sólo representan lo que deberían ser. Pero no funcionan como tales. Todo es de juguete: La justicia no parece ser justa. La ley –que existe- no se respeta. Los organos de control no controlan. Los Bancos reciben nuestra plata y nos devuelven papelitos. Les damos las armas a los militares y en lugar de defendernos, nos atacan. Elegimos representantes que no nos representan.
Vivimos mirando a USA y Europa. Vivimos tratando de copiarlos. Desde nuestra constitución, hasta nuestros días. Sin embargo, a ellos las cosas les funcionan. Nosotros, simples copias de poca calidad, apenas somos una juguetería que le vende ilusiones de un país mejor a su gente. Y, como ya no somos niños, no queremos imaginarnos que las cosas funcionan. Queremos que sean reales, que funcionen en serio, que solucionen nuestros problemas.
Pensar estos temas me pusieron triste. Aunque, en realidad, los mas tristes fueron mis chicos:
Ese día, no les compré nada.

jueves, febrero 23, 2006

La CLAVE

El hombre es un ser político. Esencialmente pensante. Capaz de imaginar, sentir y opinar. De crear y, también, de destruir.
Sin embargo, creo que nuestra característica más distintiva, consiste en que somos capaces de dejar testimonio de nuestra existencia. De todas aquellas cosas que imaginamos, sentimos y opinamos. Incluso de lo que destruimos. Es decir, escribimos nuestra propia historia. De eso se trata este Blog.
Bienvenidos.